lunes, 21 de marzo de 2011

Lenguaje y resistencia: Utopía


            Pocas palabras se han desprestigiado tanto como la palabra utopía. Y, no obstante, pocas necesitan tan urgentemente ser recuperadas en nuestro lenguaje.
            La palabra utopía ha sufrido un desgaste permanente por parte de los ideólogos del sistema neoliberal, con la intención de desactivar la fuerza revolucionaria que encierra. La primera manera de anular la palabra utopía ha sido haciéndonos creer que utopía es sinónimo de imposible, idealista y, por tanto, cosa de tontos e ingenuos. En este sentido, ser utópico es no tener los pies en la tierra, tener ideas estúpidas en la cabeza, decir insensateces. Pero el sistema ha dado un paso más: por si acaso no fuera suficiente comparar la utopía con lo absurdo, se ha pretendido identificar la utopía con los beneficios materiales. De ese modo, la utopía, el sueño, es llegar a tener un magnífico coche, una televisión de plasma, el móvil de última generación y unas vacaciones en Bali. No es de extrañar que, hace unos día vi un spot publicitario que, bajo el lema del mayo del 68 “seamos realistas pidamos lo imposible”, anunciaba un coche. Así, la utopía se identifica con la sociedad de bienestar y consumo (sigue...)

De las espigas a la desobediencia civil


“Tenían hambre”. Esta es la razón por la que los discípulos se ponen a arrancar espigas un sábado. Rompen así una norma, una norma sagrada. No es sagrada porque suponga un delito contra el “sagrado” derecho a la propiedad privada (podemos suponer que aquel campo tenía un dueño). Esta vez es sagrada en sentido estricto ya que los discípulos desobedecen una ley religiosa, aquella que da culto a Dios mediante la observancia del descanso sabático. ¡El culto a Dios, el primer mandamiento! Pero tenían hambre. Jesús recuerda a los fariseos que el mismísimo rey David había hecho lo mismo cuando, al sentir hambre, se apropiaron de los panes del Templo, depositados allí en ofrenda a Dios. La conclusión es clara: lo primero es el bien de la persona, lo segundo es la ley, por mi sagrada que sea. O, si se prefiere, lo primero es la persona, y la ley es “relativa”, es decir, sirve en la medida que sirve a la persona (sigue...)

Cuaresma y decrecimiento



            Cuaresma: tiempo de ayuno y abstinencia, suele decirse. Y es cierto. Pero estas dos palabras, como bien sabemos, necesitan de una traducción a nuestra vida cotidiana.
            En general, la tónica ha consistido en hacer ver que comer poco (ayunar) y, en especial, no comer carne (abstinencia) sólo tienen sentido si nos conducen a una práctica más amplia en la cual renunciamos a diversas cosas, del tipo que sean, para así poder compartir solidariamente con los más necesitados. Hay otras interpretaciones, pero quiero centrarme en ésta, con la sencilla intención de extrapolarla a escala global. En otras palabras: el ayuno y la abstinencia han de ser la clave que marque el rumbo del comportamiento de la sociedad a nivel planetario (sigue...)

Pueden pero no quieren


Una vez pedí a mis alumnos que escribieran en un papel la lista de asignaturas con las notas que ellos creían, con honestidad y realismo, que eran capaces de obtener. Tras los resultados de la evaluación se observaba una clara discrepancia: salvo casos contados, los alumnos habían obtenido unos resultados muy inferiores a los que cabían esperar. La clase arrojaba una media de 2,5 suspensos por alumno, y el 50% de ellos habían empeorado respecto a la anterior evaluación.
Ante esta enorme diferencia, intenté averiguar dónde estaba la causa. Se apuntaron tres posibles explicaciones: o bien se habían sobrevalorado y, en realidad, no eran capaces de alcanzar las notas que decían, o bien el problema eran los profesores, que habían explicado mal o puesto exámenes difíciles, o, por último, lo que sucedía es que, teniendo capacidad, en el fondo no querían estudiar (sigue...)