Desde que nuestros hijos son pequeños, los padres nos afanamos en inculcarles unas normas básicas de educación, entre las que se encuentran las consabidas frases de “por favor”, “gracias” y “perdón”. Cuando un niño pide algo solemos decirle: ¿cómo se pide? Y él responde, bien aleccionado: por favor... O si alguien le da algo, le animamos: ¿qué se dice? Y contesta: gracias...Podría parecer que los niños repiten estas palabras de manera automática, como si fueran fórmulas aprendidas pero que poco significado tienen para ellos. Incluso enseguida se dan cuenta, porque son muy listos, que utilizándolas en el momento oportuno pueden tener a su favor a los adultos con más facilidad. No obstante, estas tres palabras no son sólo cosas de niños: también nosotros, los mayores, deberíamos repetirlas con asiduidad, porque, lejos de ser fórmulas de cortesía vacías, estas tres palabras encierran los fundamentos básicos de la educación: en las expresiones “por favor”, “gracias” y “perdón” se esconden los valores esenciales sobre los que se construye una persona moralmente desarrollada (sigue...)