En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo,¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. (Lc 12, 499).
¡Qué extrañas palabras las de Jesús, ¿verdad?! Él, que es manso y humilde de corazón; él, que llama bienaventurados a los pacíficos; él, que rechazó el uso de cualquier tipo de violencia...¡dice que ha venido a traer fuego y división!
Sabemos que el fuego es ambiguo. Por un lado, es símbolo de destrucción. Desde la quema de ciudades en las guerras hasta las piras de la Inquisición, el fuego remite a la capacidad humana para arrasar y destruir. Pero, por otro lado, el fuego calienta e ilumina, los griegos, a través de Prometeo, lo consideraron algo divino y símbolo de civilización; la llama es utilizada por los místicos para expresar el grado máximo de amor (sigue...)