domingo, 25 de diciembre de 2011

Por favor, gracias, perdón


Desde que nuestros hijos son pequeños, los padres nos afanamos en inculcarles unas normas básicas de educación, entre las que se encuentran las consabidas frases de “por favor”, “gracias” y “perdón”. Cuando un niño pide algo solemos decirle: ¿cómo se pide? Y él responde, bien aleccionado: por favor... O si alguien le da algo, le animamos: ¿qué se dice? Y contesta: gracias...Podría parecer que los niños repiten estas palabras de manera automática, como si fueran fórmulas aprendidas pero que poco significado tienen para ellos. Incluso enseguida se dan cuenta, porque son muy listos, que utilizándolas en el momento oportuno pueden tener a su favor a los adultos con más facilidad. No obstante, estas tres palabras no son sólo cosas de niños: también nosotros, los mayores, deberíamos repetirlas con asiduidad, porque, lejos de ser fórmulas de cortesía vacías, estas tres palabras encierran los fundamentos básicos de la educación: en las expresiones “por favor”, “gracias” y “perdón” se esconden los valores esenciales sobre los que se construye una persona moralmente desarrollada (sigue...)

Así por ejemplo, la expresión “por favor” es el reflejo del reconocimiento del otro como alguien, un ser personal sujeto de derechos, y no una cosa u objeto que manipulo a mi antojo. El niño que no pide las cosas por favor desarrolla la idea de que el mundo entero está a su servicio, y que las demás personas existen para satisfacer sus deseos. El adulto que no pide nada por favor trata a los demás como meros instrumentos para obtener lo que desea. Aprender a decir “por favor” significa que quien está ante mí no es mi siervo, que no mando sobre él y, por tanto, no exijo, sino que pido, no ordeno, sino que solicito. Esta actitud favorece el desarrollo del respeto al otro, viéndole como alguien igual en dignidad, con idénticos derechos a los míos. A ese alguien aprendo a tratarle como a una persona a quien, en vez de cosificar y manejar según mis antojos, aprendo a respetar en sus deseos y decisiones (porque lo que pido puede no querer dármelo), en sus posibilidades y limitaciones (porque lo que le pido quizás no pueda dármelo) y en sus derechos (porque lo que le pido, sencillamente, quizás le perjudica).

No menos importante es saber decir “gracias”. Ya dice la sabiduría popular: “es de bien nacidos ser agradecidos”. Y, repito, las gracias no se dan por cumplir con una mera fórumula de urbanidad, sino por desarrollar la actitud del agradecimiento. El niño que no aprende a dar las gracias intuye que las cosas que recibe o aquello que hacen por él, en realidad, se le debe. Igualmente, el adulto que no da las gracias va por la vida poniendo la mano para recibir, pero pocas veces la tiende para dar. Las personas, el mundo entero, no hacen sino darle aquello que le corresponde por mérito propio, como si de un señor feudal se tratara. Con esto no quiero decir que las personas no seamos merecedoras de cosas y que se nos deba dar lo que en justicia nos corresponde. Pero, al mismo tiempo, es necesario caer en la cuenta de que buena parte de lo que tenemos nos ha sido dado como regalo inmerecido: desde el don de la vida, a la familia en que he sido criado, desde la saluda hasta la educación, desde el amor y la ammistad al perdón o la ayuda solidaria. Somos deudores de infinidad de cosas y caer en la cuenta de ello es uno de los descubrimientos más enriquecedores que existen. Tomar conciencia de todo aquello que hemos recibido gratis, y estar atento a todo aquello que seguimos recibiendo de manera regalada, nos ayuda a tener un corazón agradecido y humilde, lo cual es, a nivel humano, muy constructivo.

Por último, todos sabemos que una de las cosas que más cuesta es pedir perdón. Los motivos habituales suelen ser dos: vergüenza unida a culpa, o soberbia unida a resentimiento. A veces no pedimos perdón porque nos reconocemos tan culpables que no nos atrevemos a dar el paso de acercarnos a la otra persona, sentimos vergüenza de nosotros mismos o de lo que dicha persona pueda pensar de nosoros. Otras veces no pedimos perdón porque no queremos dar nuestro brazo a torcer, nos enquistamos en nuestros argumentos y preferimos mantenernos orgullosos y castigar al otro con nuestro rechazo antes que hacer las paces. En cambio, quien pide perdón, en primer lugar, vence la vergüenza, con lo cual eleva su atoestima, y reconoce su culpa, con lo cual crece en su sentido de la responsabilidad. En segundo lugar, quien pide perdón es capaz de superar su egoísmo, vencer la espiral devoradora del rencor y evitar ser carcomido por el orgullo. Como le decía mi hermana a su hijo, “tienes que pedir perdón porque es bueno para tu corazón”.

En conclusión, una persona que respeta a los demás y los reconoce en su dignidad sin usarlos a su antojo; una persona que se sabe deudora de tanto bien como recibe y por tanto agradecida y abierta; una persona humilde, responsable y libre de rencor. Esa es la persona que crece al amparo de estas tres expresiones: por favor, gracias y perdón.
José Luis Quirós

3 comentarios:

  1. Aveces es tan dificil perdonar a quien te hace tanto daño,pero perdonar te libera el alma
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  2. ES MUY CIERTO ESTOY ENAMORADO DE UNA CHICA LLAMADA MONICA Y JAMAS ME QUISO ME MALTRATABA Y ESO OCACIONABA ODIO EN MI Y REBELDIA TRISTEZA PERO UN DIA LA PERDONE Y LLORO Y ME DIJO TAMBIEN Q LA PERDONARA Y AHORA NO LO CREO SOMOS NOVIOS Y NO QUEREMOS MUCHO ELLA ES DE PRIMERO BASICO XQ PERDIO Y ESTA REPITIENDOY YO SI PASE A SEGUNDO BASICO DEL INSTITUTO DE EDUCACION BASICA POR COOPERATIVA VILLA HERMOSA 1 GUATEMALA SAN MIGUEL PETAPA TE AMO MI AMOR

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Tranquilo, en breve estudiamos tu caso...