martes, 4 de octubre de 2011

Irene Marí

Hoy he tenido la suerte de asistir, con alegría e ilusión, a la inauguración de una exposición de dibujos realizados por Irene Marí Grimaldos. Y lo cierto es que la ganancia ha quintuplicado a la inversión: por unos pocos minutos de mi tiempo he recibido a cambio un aluvión de belleza, pasión y sorpresa, sentimientos todos que me han hecho disfrutar, sentirme mejor, y más agradecido con la vida misma y las cosas hermosas que nos depara.
No soy un crítico de arte ni pretendo serlo. Juzgar el valor artístico de la obra de Irene es una tarea reservada a otros. Yo me conformo con gozar de ella. En este artículo quisiera explicar por qué he disfrutado tanto y, por consiguiente, animar a otros a que puedan aprovechar tan grata experiencia (sigue...)

En primer lugar, Irene ha presentado una exposición de dibujos, y eso ya me ha gustado sobremanera. He estado en otras exposiciones donde artistas noveles, y otros más veteranos, presentaban sus cuadros a base de colores, extendidos a brochazos o con delicado pincel, en apenas unos trazos o en un mosaico de cientos de puntos, pero, al fin y al cabo, cuadros cuyo impacto se basa en el color y su disposición. No critico esta forma de arte, al contrario, es creativa, valiosa y me gusta. Sin embargo, echaba de menos el contorno del lápiz, el trabajo casi artesanal de los volúmenes a base de sombreados, los perfiles nítidamente delimitados, como si pudieras tocar la cosa con tus propias manos y acariciar sus fronteras. ¡Sí, el dibujo! No intento abrir un debate entre los partidarios del dibujo o los del color. Los pintores venecianos ya superaron este dilema hace siglos... Tan sólo quiero decir que, después de haber visto tantos cuadros salpicados de colores, he disfrutado muchísimo viendo de nuevo dibujos, dibujos espléndidos.

En segundo lugar, los rostros. Se pueden dibujar muchas cosas, desde un paisaje a un bodegón, pasando por infinidad de temas. Pero los rostros... ¡me parecen tan difíciles! No me refiero al aspecto técnico, sino al hecho de ser capaz de atrapar en ellos un halo vital especial, un soplo particular que no tiene una marina o una cesta de frutas. Al ver esos rostros he recordado la película de Juana de Arco filmada por Dreyer, en la que únicamente su femenino rostro llena toda la pantalla de principio a fin. Sólo había una imagen pero no había manera de apartar la mirada de ella... Y es que, aunque parezca una obviedad, nada como los rostros transmite aquello que es profundamente humano. Es cierto que los rostros dibujados por Irene se parecen entre sí, como si se repitieran como variaciones sobre un mismo tema. Pero esa reiteración es ya parte del mensaje que hay que captar y hacer nuestro. Personalmente, he visto mujeres hermosas pero solitarias,  iconos inalcanzables que se saben hermosas pero sufren encerradas en su torre de marfil, esperando lo que esperamos todos: amar y ser amadas.

Y muy unido a esto, la sensualidad. La inmensa mayoría de los dibujos de Irene eran mujeres y, en general, mujeres muy sensuales: labios gruesos y redondeados, grandes pestañas como si se hubieran cincelado con el mejor rimel del mundo, pelo suelto cayendo sobre el cuello, y, sobre todo, unos ojos penetrantes, pero a la vez perdidos en la distancia, con esa mirada que solo tienen las misteriosas mujeres del cine negro. Salvo alguna que otra excepción, se trata de bustos, por tanto, la sensualidad emana no del cuerpo, sino del rostro y lo que éste transmite. Y no porque el cuerpo sea despreciado, ya que otros cuadros el cuerpo adquiere mucho más protagonismo, sino porque, como bien sabe quien sabe de pasión, ésta se contiene en toda su esencia en dos elementos primordiales: la boca y los ojos. De hecho, en muchos dibujos, pintados en blanco y negro, tan solo la boca y los ojos reciben el color, resaltando aún más, si cabe, su fuerza.

Finalmente, el transfondo fotográfico que se trasluce en cada dibujo. Con ello no quiero decir que los dibujos de Irene parezcan o imiten a las fotografías, sino justamente lo contrario. Me explico. Hay personas que, al dibujar, pretender hacerlo de una manera tan fiel a la realidad que, en el fondo, intentan hacer de su dibujo una especie de foto. Es meritorio, pero este tipo de realismo a mí no me dice mucho. En Irene se adivina un interés contrario: convertir sus fotos en dibujos. Es evidente que le encanta la fotografía, y que ésta se encuentra en buena medida en la base de sus cuadros. Pero, lejos de restar valor a éstos, lo aumenta: es como si, tras haber tomado una foto, luego, para llenarla de vida, de vida genuina, tuviera que “pasarla” a pintura, como si el dibujo fuera más real y auténtico que la foto misma. En mi opinión, pareciera que la foto se queda corta y no puede expresar todo lo que la realidad captada en la instantánea esconde tras de sí, por eso es necesario pintarla. De este modo, si una foto artística ya interpreta la realidad, el cuadro sobre la foto es una nueva interpretación, más profunda, que apunta hacia la esencia misma de la cosa.

Para terminar, quiero dar las gracias a Irene. Por un lado, por haber disfrutado con sus dibujos. Pero, especialmente, por poder sentir que la belleza que había creado también formaba parte de mí. No sé si os ha pasado alguna vez que sentís satisfacción si decís que conocéis a un futbolista, o a un cantante, o a un actor, etc. Es como si, al conocerle, parte de su éxito, fama o fortuna formara parte de ti, como si tuvieras parte de responsabilidad en ello. Evidentemente, ya sé que no tienes méritos como para colgarte sus medallas, lo que quiero decir es que la grandeza del otro te engrandece a ti. Ya sé que Irene acaba de hacer su primera exposición; ya dije también más arriba que yo no soy crítico de arte y desconozco la transcendencia de su obra. Pero eso es lo de menos. Lo importante es que al ver sus dibujos, al disfrutar de esta manera, y al despedirme felicitándola, me he sentido afortunado, y me he marchado repitiendo para mí mismo: “A esa chica la conozco yo”.
                                                        
             P.D.: no te la pierdas, sigue su obra en irenepk2.deviantart.com

José Luis Quirós

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