sábado, 9 de enero de 2016

Los reyes magos: entre la tradición y la fe



          Después de tanta controversia y cruce de argumentos sobre el tema de las cabalgatas me siento obligado a decir una palabra más extensa de lo habitual. Espero no herir a nadie si afirmo que los reyes magos ni eran reyes, ni eran tres, ni iban vestidos como nosotros los vemos ahora. Más aún, los reyes magos no existieron jamás. Es un relato ficticio del evangelista Mateo para transmitir un mensaje. Sí: un mito religioso, un mito en el que lo que importa es la enseñanza religiosa que se quiere transmitir. Eso dicen los mejores expertos en Biblia del mundo católico. Esto es teología católica de altura.
          Por tanto, los elementos de la escenificación de la cabalgata de reyes no pertenecen estrictamente a la fe cristiana sino a una tradición popular. En NADA afecta a la fe cristiana si son tres o siete, si llevan unos ropajes u otros, si son hombres o mujeres, si son negros de verdad o van pintados. Estos detalles le importan a las personas preocupadas por las tradiciones, pero no a las que les interesa la fe. A los que nos interesa la fe nos preocupa el mensaje que se encierra en el relato de los magos: Dios ama a todas las personas, especialmente a los extranjeros de otra religión. Los magos de oriente representan a los pueblos extranjeros, no creyentes en el Dios de Israel y, por tanto, menospreciados por los judíos. Pero el Dios de Jesús se revela a ellos porque él opta siempre por los últimos (como hace también con los pobres, los enfermos, las prostitutas, los excluidos, los niños, etc.). 
          Sí, ese es el mensaje del relato del evangelio, pero esto casi nadie lo quiere oír, porque a muchas de esas personas a las que les pirran las cabalgatas resulta que no les gusta pensar que los extranjeros o los de otras religiones son igual de dignos y amados por Dios. ¡Cómo vamos a ser nosotros igual que "esos"! Y diré más: a los que nos preocupa la fe (de verdad) lo que nos indigna y nos llena de tristeza es ver cómo el mensaje de un Dios que nos ama a todos sin exclusión es convertido en una exhibición de carrozas patrocinadas por empresas multinacionales especialistas en esquilmar recursos, explotar personas y compincharse con políticos corruptos. Pero, claro, a los amantes de las cabalgatas esto o no lo ven o lo justifican. Si fuésemos más amantes de la fe en vez de las tradiciones el mundo sería un lugar más sensato y más justo, es decir, más evangélico.

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