Tras recibir dos comentarios de
sendas amigas y mejores personas a las que tengo en gran aprecio, creo que debo
ampliar la reflexión que hice en una entrada anterior a propósito de las cabalgatas
de reyes. En dicha reflexión quise diferenciar entre lo que es tradición
popular, por tanto modificable, y lo que es fe, es decir, permanente (para los
creyentes). En esta siguiente reflexión, dado que los comentarios que he
recibido quieren defender las tradiciones, quiero dar mi opinión sobre el
concepto de tradición.
Las tradiciones son valiosas y
útiles. Pretender eliminarlas es atentar contra un rasgo esencial de la cultura
humana. Así mismo, alterarlas sin ton ni son es un disparate. Ahora bien, las
tradiciones no son sagradas (son creaciones humanas, por más base religiosa que
puedan tener) y, en consecuencia, no son absolutas (pueden ser modificadas).
Las tradiciones no son cosas, objetos, sino organismos vivos en tanto que
expresiones de la mentalidad humana. Así, toda tradición ha nacido en un
momento determinado y en un lugar concreto. Hubo un tiempo en que cierta tradición
no existía hasta que alguien (individual o colectivo) la puso en marcha y se
extendió. Y puede llegar un día en que deje de existir (le ha ocurrido ya a
cientos de tradiciones). Hay tradiciones que arraigan en un lugar pero en otros
no (como los reyes magos han triunfado en España pero son prácticamente
desconocidos en casi la totalidad del mundo cristiano). A lo largo de su
existencia, las tradiciones suelen incorporar elementos de otras culturas y
cosmovisiones (las tradiciones cristianas están repletas hasta la saciedad de
tradiciones paganas). En otras ocasiones las tradiciones van desprendiéndose de
elementos que, con el cambio de los tiempos y las mentalidades, se considera
mejor eliminar o adaptar. En resumen: como organismos vivos que son, las
tradiciones admiten un MARGEN DE CAMBIO Y EVOLUCIÓN. No pueden ser
absolutizadas ni defendidas en todos sus términos y aspectos como si fueran
realidades inamovibles.
Ahora bien, lo mismo que afirmo
que las tradiciones pueden ser modificadas, también digo que esto hay que
HACERLO BIEN. ¿En qué consiste hacerlo bien?
Desde luego, NO es hacerlo bien
utilizar las tradiciones, o modificarlas, con usos políticos. Si el actual gobierno
de Madrid ha pretendido capitalizar
políticamente los cambios introducidos en la cabalgata me parece condenable sin
paliativos. Del mismo modo que me pareció condenable cuando el anterior gobierno
del Partido Popular eliminó cabalgatas y belenes en los distritos de los
barrios para contentar a las bases políticas nacionalcatólicas que querían una
presencia fuerte y mediática de lo religioso en la calle (la cabalgata de la
Castellana y el belén del ayuntamiento).
Igualmente, NO es hacerlo bien si
lo que se pretende es desprestigiar, ridiculizar o tergiversar las legítimas
creencias de las personas. Creo que nadie tiene derecho a jugar con los
sentimientos religiosos de los demás (dicho sea de paso, hay muchas burlas a lo
religioso que no comparto, incluidas algunas de las que hace el semanario
francés Charlie Hebdo). Si el ayuntamiento de Madrid se cree más “progre” por
adulterar ridículamente lo religioso ha equivocado el camino. La verdadera
progresía respeta lo religioso, aunque no lo comparta.
Estas son las “líneas rojas”
(esta expresión está de moda) que no se pueden traspasar: ni usar políticamente
ni faltar al respeto de las creencias de la gente. ¿Traspasó el ayuntamiento de
Madrid esas líneas? Es discutible. Si lo hizo, coincidiré en condenarlo. Sin
ninguna duda.
Pero, a mi juicio (obviamente
puedo estar equivocado) el ayuntamiento ha querido, con mayor o menor acierto,
adaptar la tradicional cabalgata a unos esquemas más modernos. Ese intento me parece correcto. Ya digo que
pueden haber acertado o no, pero el intento, para mí, es de alabar. Y es de
alabar porque, como dije antes, las tradiciones son susceptibles de ser
cambiadas, siempre y cuando se respeten las líneas rojas que he citado. Dicho
de otro modo, hay aspectos de las tradiciones que no sólo podemos sino que
DEBEMOS CAMBIAR si queremos que cumplan una función social acorde con lo que
creemos y defendemos. Hay elementos en muchas tradiciones que son muy
criticables, entendibles en otras épocas y contextos, pero no admisibles en la
actualidad. Y hay otros elementos que, no estando presentes en las tradiciones,
deberían ser incorporados a ellas para que su mensaje vaya calando en la gente
y contribuya a la formación en valores.
Uno de esos elementos (por poner
un ejemplo) es la presencia de las mujeres. Ya sé que toco un tema delicado.
Pero, curiosamente, es el tema por antonomasia que siempre levanta ampollas. Hubo
un furor nacional sobre la presencia de las mujeres en el ejército o la policía.
Se hizo un intento fallido en el mundo del toreo (uno de los más tradicionalistas
de todos). Se ha logrado en muchos ámbitos de la vida pública. Pero donde más
resistencia hay es en el ámbito religioso. No quiero entrar en el debate de la
ordenación de las mujeres y su puesto en la Iglesia, pero es la punta del
iceberg. Sueño con que un día no haya ninguna diferencia de sexo dentro de la
Iglesia y, por supuesto, tampoco en la sociedad. Eso incluye el hecho de que
sean ordenadas, luego con mayor motivo incluye que puedan hacer de reinas
magas. El que una mujer haga de reina maga no altera en nada la FE religiosa
contenida en la celebración del 6 de enero y, además, contribuye positivamente
a incorporar a esa tradición un elemento que hoy consideramos valioso y loable:
la justa igualdad. Repito: en nada menoscaba el mensaje religioso evangélico.
Si cabe, lo realza: del mismo modo que la luz del niño Jesús llegó a los que
ocupaban un segundo o tercer escalón social (los extranjeros paganos- los magos
de oriente), también hoy en día llega a colectivos que están siendo
rehabilitados en su dignidad (por ejemplo, la mujer).
En resumen, soy partidario de
modificar las tradiciones para que la parte valiosa del mensaje que contienen
se adapte a los valores que hoy defendemos y se conviertan así en un elemento
de alto valor educativo. Si las tradiciones no se adaptan corren el peligro de
defender ideas, comportamientos prejuicios o sentimientos que, de ningún modo,
podemos consentir que se perpetúen. Por más tradicionales que sean.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tranquilo, en breve estudiamos tu caso...