martes, 20 de agosto de 2013

La justicia social apoyada por la Iglesia brasileña

        Impresionante documento de los obispos de Brasil en defensa de las manifestaciones del pueblo para reivindicar justicia y verdadera democracia. El texto contiene párrafos que representan una dura crítica y, al mismo tiempo, una fortísima esperanza. Lo mejor de todo es que sus palabras no se circunscriben únicamente a Brasil sino que son aplicables a todo el mundo en tanto que es el sistema globalizado en que vivimos el responsable de lo que ocurre en multitud de países. Yo hubiera llorado de alegría si en las múltiples manifestaciones que ha habido en España los obispos hubieran dicho siquiera de lejos algo parecido. En cambio, por decir, no dijeron nada. Eso, en religión, se llama pecado de omisión (sigue...)

        El pasado 21 de junio, la Conferencia Episcopal de Brasil, tras dos días de reunión en Brasilia, redactó un documento oficial que empezaba con estas palabras: “Nosotros, los obispos del Consejo Permanente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB), reunidos en Brasilia del 19 al 21 de junio, declaramos nuestra solidaridad y apoyo a las manifestaciones, que sean pacíficas, y que están protagonizando en la calles ciudadanas y ciudadanos de todas las edades, sobre todo los jóvenes”.
        Según los obispos, las movilizaciones y protestas son "nacidas de manera libre y espontánea a partir de las redes sociales, las movilizaciones cuestionan a todos nosotros y cuestionan que no es posible más vivir en un país con tanta desigualdad".
        El pronunciamiento de los obispos lo sustentan en "la justa y necesaria reivindicación de políticas públicas para todos. Gritan contra a corrupción, la impunidad y la falta de transparencia en la gestión pública. Denuncian la violencia contra la juventud. Son, al mismo tiempo, testimonio de que la solución de los problemas por que pasa el pueblo brasilero solo será posible con participación de todos. Hacen, así, renacer la esperanza cuando gritan: "El Gigante despertó!"
        Y añaden: "En una sociedad en que las personas tienen su derecho negado sobre la conducción de la propia vida, la presencia del pueblo en las calles testimonia que es la práctica de valores como la solidaridad y el servicio gratuito al otro que encontramos el sentido de existir. La indiferencia y el conformismo llevan a las personas, especialmente a los jóvenes, a desistir de la vida y se constituyen en obstáculo a la transformación de las estructuras que hieren de muerte la dignidad humana”.
        Y yendo aún más lejos, afirman: "El derecho democrático a las manifestaciones como estas debe ser siempre garantizado por el Estado. De todos se espera el respeto a la paz y al orden. Nada justifica la violencia, a la destrucción del patrimonio público y privado, el irrespeto y la agresión a personas e instituciones, el cercenamiento a la libertad de ir y venir, de pensar y actuar diferente, que deben ser repudiados con vehemencia. Cuando eso ocurre, se niegan los valores inherentes a las manifestaciones, instalándose una incoherencia corrosiva que lleva al descrédito”.
        Uno de los impulsores del documento, el cardenal Claudio Hummes, afirmó que “el mensaje de Cristo está en sintonía con esas reivindicaciones del pueblo”, y añadió: “Por eso debemos estar presentes. En la calle, de hecho, se está viviendo el Evangelio.
        Tiempo atrás, en el invierno regresivo que vivía la Iglesia, estas palabras habrían sido condenadas y sus autores puestos bajo sospecha o suspensión del cargo. Ahora, en cambio, han recibido el aval del Papa. Según Francisco, “las reivindicaciones por una mayor justicia no contradicen el Evangelio”. Todo un signo. Todo un espaldarazo para el compromiso social. Toda una esperanza.


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