En días pasados la
cúpula de los obispos españoles ha afirmado mediante declaración solemne ante
los medios de comunicación que es necesario mantener la unidad de España.
Arremeten así contra las aspiraciones nacionalistas de Cataluña, País Vasco o
cualquier otra entidad que reivindique el derecho de autodeterminación. Y lo
hacen apelando a la unidad e España, una unidad, según ellos, labrada por la
historia, que constituye un logro irreversible.
Semejante declaración
necesita, ante todo, una aclaración: la postura de los obispos no guarda
ninguna relación con el Evangelio de Jesús y, por tanto, no tiene nada que ver
con la fe cristiana. Así lo han dicho, muy acertadamente, los obispos
catalanes. Éstos han recordado a Rouco y a sus seguidores que la unidad de
España nada tiene que ver con la fe, que de ésta no se deducen opciones políticas concretas. Es decir, si
España ha de ser indivisible, o federal, o autonómica, o separarse en diversos
estados-nación, o lo que sea, es algo que no es deducible del mensaje
evangélico y que el espíritu de éste deja abiertas todas las posibilidades. Todas
las opciones son legítimas y todas defendibles, por tanto, ninguna ha de ser particularmente
promocionada desde la fe.
No obstante, todo
quedaría en una cosa de niños si el problema fuera simplemente que los obispos
españoles han cometido un error teológico. El problema es mucho más grave.
El primer problema, serio, es el hecho de que los
obispos han manipulado interesadamente la fe para servir a una ideología
política. Esto no se hace. Aunque no me parece bien que la mayoría de la
jerarquía católica sea del PP, lo puedo respetar: al fin y al cabo son
ciudadanos con sus opciones políticas particulares. Pero como obispos su deber
es servir al Evangelio, no a un partido político. Con estas declaraciones
quieren, sin duda alguna, apoyar, sostener y alimentar la postura del PP
respecto a los nacionalismos. Así, la base social católica se ve empujada a
entregarse a los dictados del PP porque sus obispos así se lo ordenan. ¡Basta
ya de tanta manipulación! ¡Que no nos revistan de fe lo que es un tema de
amiguismos, conveniencias y repartos de poder! Esto sí que es sacrilegio, esto
sí que es usar el nombre de Dios en vano.
El segundo problema,
muchísimo más grave aún, es que con sus declaraciones prenden la mecha del
conflicto y el enfrentamiento social. Ellos, que deberían ser agentes de paz,
promotores de la convivencia y el diálogo, se convierten en cizañeros que
avivan el enfrentamiento, instigadores de la confrontación que aspiran a
conquistar por las malas aquello que nadie les quiere dar por las buenas. Su
idílica reivindicación de una España unida responde al nacionalcatolicismo de
épocas pasadas, aunque recientes, en las que los españoles vivíamos bajo la
opresión de la dictadura, salidos de una desgraciada guerra con mucha sangre
derramada. La Iglesia jerárquica tomó partido y sacó tajada de aquella
situación, alcanzado una situación privilegiada de poder que añora y aspira a
recuperar. Hace poco algunos políticos conocidos y otros tertulios de programas
de televisión han recordado que, ante las reivindicaciones nacionalistas, debe
recurrirse al Ejército que es quien, mediante el uso de la fuerza, ha de
mantener la unidad patria. Si a esto unimos la bendición de la Iglesia a
semejante fin, ¿no nos encontramos en un escenario similar al del 36? Una vez
más Ejército e Iglesia unidos en esta especie de santa cruzada que es la unidad
de España? ¿No es terrible? ¿No es para dar miedo? ¿No es para denunciarlo y
negarse ya a dar pábulo a estas tonterías trasnochadas?
Para terminar, quiero apuntar
una idea más que repetida: ¿por qué los obispos no se dedican a decir algo
sobre la crisis, sus causas y consecuencias? ¡A lo mejor este tema sí que tiene
que ver mucho más con el Evangelio y ayuda a crear una sociedad más justa y
fraterna! ¿Por qué no dicen nada del robo descomunal protagonizado por
los banqueros? ¿Por qué no dicen nada de las mentiras continuas y
flagrantes de los políticos? ¿Por qué no dicen nada de los casos de corrupción
que atentan contra el bien común? ¿Por qué no dicen nada de la injusticia
que supone pagar todos nosotros con nuestro dinero lo que otros han saqueado?
¿Por qué no dicen nada de la desigualdad que significa que, cada vez
más, tener educación y sanidad no sea un derecho de todos sino un privilegio de
algunos? ¿Por qué no dicen nada de la violencia que significa ser
arrojado al paro, o a la calle tras un desahucio? ¿Por qué no dicen nada de
todo esto? Que miren esta lista de los anteriores subrayados: robos, mentiras,
corrupción, injusticia, desigualdad, violencia…¡¡Esto sí que tiene que ver
directamente con el Evangelio!! Y si no se van a dedicar a esto es preferible
que se vayan.
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