Días atrás he leído un
texto del evangelio que, como siempre, me ha sorprendido por su
carácter revolucionario. En este texto Jesús urge a colocar en
primer lugar la necesidades de las personas por encima de cualquier
otra ley y, en consecuencia, invita, literalmente, a la desobediencia
civil. Todo un programa de lucha para nuestros días. Espero que el
texto y las reflexiones que me ha sugerido os puedan ser de utilidad.
El texto dice así:
Sucedió que que Jesús pasaba por los sembrados en
sábado, y sus discípulos se pusieron a caminar arrancando espigas.
Los fariseos le decían: —Mira, ¿por qué
hacen en los sábados lo que no es lícito?
Y él les dijo: —¿Nunca habéis leído qué
hizo David cuando tuvo necesidad y pasó hambre él y los que
estaban con él; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo
sacerdote, y comió los panes de la Presencia, y aun dio a los que
estaban con él; cosa que no es lícito comer, salvo a los
sacerdotes?
Y añadió—: El sábado fue hecho para el
hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del Hombre
es Señor también del sábado.
El sábado era el día dedicado a Dios y la ley
prohibía tajantemente realizar trabajos ese día. Al pasar por los
sembrados recogiendo espigas para comer los discípulos se están
saltando la ley, una ley referida a Dios y, por tanto, están
atentado contra lo más sagrado. Esta era la opinión de los
fariseos, grupo religioso acérrimo defensor del cumplimiento de las
leyes.
Pero Jesús le da la vuelta a todo. Les pone como
ejemplo nada menos que al rey David el cual entró en el templo y
comió los panes reservados a Dios. Él y los suyos se saltaron la
ley porque tenían hambre. La conclusión que saca Jesús es clara:
el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. O
si se quiere: las leyes deben servir a las personas, y si no es
así, habrá que saltárselas, porque lo primero es cubrir las
necesidades de las personas. La ley, por mucho que se refiera a Dios,
olvida que lo más sagrado son las personas. Al menos ese es el Dios
de Jesús.
Mi primera reflexión, por la relación directa con
el tema de la comida, quiere defender la soberanía
alimentaria de los pueblos del planeta y denunciar la brutal
especulación los voraces inversores de este inhumano capitalismo
hacen con los alimentos. Es injusto que las grandes corporaciones
mundiales compran y vendan cosechas a nivel mundial con el único
propósito de alterar sus precios y, de este modo, enriquecerse en el
juego de apuestas que es la bolsa. Es injusto y violento, una forma
de guerra atroz que condena al hambre y la miseria a millones de
personas. Los alimentos son un bien de primera necesidad, como lo es
la salud, la vivienda, el trabajo o la educación. Y como diría mi
madre, “con la comida no se juega”. Cada persona, cada familia,
todo pueblo y nación, tienen derecho a alimentarse, a obtener de la
tierra los recursos suficientes para subsistir con dignidad. Este
debe ser el objetivo prioritario. Toda otra práctica
económica-comercial que impida la consecución de este objetivo es
profundamente injusta y desalmada y, en consecuencia, se debe exigir
la abolición de las leyes que lo permiten.
La segunda reflexión quiere hacer hincapié en el
atraco a mano armada que ha supuesto la alteración de la
Constitución Española en contra de la ciudadanía al incluir un
punto que lesiona sus derechos. En dicha reforma constitucional se
garantiza que el dinero público se destinará preferentemente al
pago de la deuda (el dinero que se debe a los grandes capitales) y
dicho objetivo está por encima de otro tipo de gastos como puedan
ser la salud, la educación, los servicios sociales, etc. Una vez más
las necesidades de la gente son dejadas de lado y la ley está
pensada para adorar al dios de nuestra época: el mercado. Se olvida
una vez más que lo más sagrado son las personas, y que la
salvaguarda de sus derechos fundamentales no puede sacrificarse en
aras de los intereses egoístas de la oligarquía capitalista que
dirige el planeta. Lo primero no son los mercados, lo primero son las
per5sonas. Y una ley que no lo reconoce así es una ley que nos ha
traicionado.
En consecuencia, y esta es la última reflexión,
la incorporación de esta modificación a la Constitución es motivo
suficiente de desobediencia civil. Jesús se saltó la ley
porque era injusta. Y esta ley nuestra claramente lo es. Estamos
legitimados y moralmente obligados a desobedecer a nuestros políticos
cuando legislan en contra de los ciudadanos. Sé que es muy difícil
articular una respuesta ciudadana masiva y unida, pero desde aquí,
con mi humilde aportación, apoyo el movimiento de objeción fiscal:
me opongo a pagar un dinero que, por ley injusta, va destinado a las
grandes fortunas y no a ayudar a las personas en sus necesidades.
Esto no es democracia, esto no es soberanía popular, esto no es
respetar los derechos humanos. ¡Desobediencia civil ya!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tranquilo, en breve estudiamos tu caso...